
creado por Multimedios LZO, la Agencia de Prensa
En Santo Domingo Este, las funerarias municipales, que deberían ser un refugio para los más necesitados en momentos de duelo, se han convertido en un campo de extorsión descarada. Carteles han aparecido en estas instalaciones públicas, anunciando cobros por servicios que, por mandato, deberían ser gratuitos o de bajo costo para los ciudadanos de escasos recursos. Lo que era un apoyo esencial para las familias desposeídas ahora huele a negocio privado, con precios que rivalizan con los de las funerarias comerciales. Este ultraje, perpetrado a plena luz del día, expone una realidad cruel: los más vulnerables están siendo exprimidos hasta en su dolor, y nadie —absolutamente nadie— levanta la voz para defenderlos.

Una agresión al ciudadano disfrazado de servicio público
Las funerarias municipales surgieron para ofrecer servicios gratuitos a los ciudadanos de bajos ingresos que no tienen recursos para una despedida más o menos decente a sus difuntos, y para aquellos que fallecen en la orfandad. Deben ser un servicio en condiciones dignas y gratuito; para los altos costos están las funerarias privadas. Si se cobra, debería ser una cuota mínima, muy mínima. Sin embargo, los carteles revelan una verdad distinta: se están imponiendo tarifas como si estas instituciones fueran empresas con fines de lucro.
Familias que apenas pueden sobrevivir ahora deben rascarse los bolsillos o endeudarse para despedir a sus seres queridos, en un municipio donde la pobreza golpea sin piedad.
¿Qué pasó con la misión de ofrecer dignidad a quienes no tienen medios? Alguien, en algún escritorio del Ayuntamiento de Santo Domingo Este (ASDE), decidió que el duelo de los pobres es una oportunidad de ganancia. Y lo peor: lo hacen sin disimulo, colgando sus tarifas como si fueran un menú de restaurante.
El legado de Manuel Jiménez: un esfuerzo hoy dilapidado
No hace mucho, durante la gestión de Manuel Jiménez como alcalde, se hizo un esfuerzo titánico por dignificar los servicios fúnebres y cementerios de Santo Domingo Este. Se recuperaron los cementerios que estaban en un estado deplorable, hoy nuevamente arrabalizados y olvidados. Se creó un osario en el Cementerio Cristo Salvador, se rescataron todos los nichos municipales y se instaló aire acondicionado en las funerarias municipales para ofrecer un ambiente digno a los dolientes. Sin embargo, esos aires acondicionados, que eran un símbolo de mejora, hoy están casi todos rotos, acumulando polvo y silencio. Además, se adquirieron dos carros fúnebres para aliviar la carga de los munícipes, un logro que contrastaba con el abandono previo. Todo ese avance, que buscaba devolverle decencia a los servicios para los más humildes, se ha desmoronado bajo la actual administración, como si el bienestar de los ciudadanos fuera un lujo prescindible.
La decadencia actual: un retroceso vergonzoso
Lo que Manuel Jiménez construyó con visión y trabajo hoy se desvanece en manos de una alcaldía que parece más interesada en privatizar que en preservar.
Los cementerios, que alguna vez lucieron recuperados, vuelven a ser un caos de maleza y desorden.
Los nichos, antes restaurados, están de nuevo al borde del colapso, y los carros fúnebres —de los cuales hoy solo uno sirve para varias funerarias— son insuficientes para las necesidades del municipio.
El aire acondicionado, que aliviaba el calor sofocante de las despedidas, ahora es un recuerdo roto, mientras las familias enfrentan no solo el dolor de la pérdida, sino el insulto de un servicio público que se comporta como privado.
Este retroceso no es solo negligencia; es un desprecio abierto por los desposeídos que alguna vez tuvieron una esperanza de dignidad.
El silencio cómplice de los regidores
¿Y dónde están los regidores, esos supuestos guardianes de los intereses del pueblo?
En el Concejo Municipal, parece que el único movimiento es el de levantar la mano para aprobar viajes a España o proyectos que benefician a unos pocos. Ni una palabra, ni una denuncia, ni una acción contra este abuso flagrante.
Estos «representantes» del pueblo, que se llenan la boca con promesas en campaña, miran para otro lado mientras los ciudadanos son desangrados en las puertas de las funerarias. Su indiferencia no es solo negligencia; es complicidad. ¿Cuánto les cuesta callar? ¿O es que el bienestar de Santo Domingo Este les importa menos que sus propias agendas?
Federaciones de juntas de vecinos y las juntas: mudas y ausentes
Las federaciones de juntas de vecinos, que deberían ser la voz de las barriadas, también brillan por su ausencia.
Estas organizaciones, que en teoría existen para defender los derechos de las comunidades, parecen estar más ocupadas en reuniones estériles o en peleas internas que en enfrentar este atropello.
¿Dónde están sus líderes cuando los carteles de cobro aparecen?
¿Dónde están las marchas, las pancartas, las exigencias? Su silencio es tan ensordecedor que uno se pregunta si han olvidado su propósito o si, simplemente, les conviene ignorar el sufrimiento de sus vecinos.
Partidos de oposición y gobierno: una farsa conjunta
Los partidos de oposición, siempre tan rápidos para señalar fallos cuando hay cámaras cerca, no han dicho ni «mu» sobre este escándalo. El PLD, Fuerza del Pueblo y los demás se han quedado mudos, quizás porque están demasiado ocupados planeando sus próximas candidaturas o porque no ven rédito político en defender a los pobres en las funerarias. Pero el gobierno del PRM no se queda atrás en esta vergüenza.
El deterioro de los servicios públicos en Santo Domingo Este es evidente: un solo carro fúnebre operativo, campos santos abandonados y ahora este atraco institucionalizado.
La actual administración de la alcaldía parece empeñada en privatizar todos los servicios, convirtiendo incluso el duelo en un lujo que los pobres no pueden pagar. Los políticos del gobierno, que tanto presumen de «cambio», permiten que los más necesitados paguen el precio de su ineptitud o su desinterés.
¿Dónde están las protestas que prometieron contra la injusticia? Al parecer, solo existen en sus discursos.
Un pueblo abandonado a su suerte
El resultado es un municipio donde todo se derrumba contra los ciudadanos y nadie hace nada.
Las funerarias municipales, pensadas como un alivio para los desposeídos, se han transformado en un símbolo de explotación.
Los regidores callan, las juntas de vecinos se cruzan de brazos, los partidos de oposición miran al techo y los políticos del gobierno se lavan las manos. No hay protestas, no hay indignación organizada, no hay defensa.
Solo queda el eco de los llantos de quienes, además de perder a un ser querido, pierden la poca dignidad que les quedaba al enfrentarse a estos carteles infames.
Santo Domingo Este merece más que este abandono. Merece autoridades que no conviertan el dolor en lucro, regidores que luchen por su gente, federaciones que despierten de su letargo y políticos —de todos los colores— que recuerden que su poder viene del pueblo, no de sus propios intereses. Hasta que alguien se atreva a alzar la voz, los desposeídos seguirán siendo las víctimas de un sistema que los entierra dos veces: primero en la tumba, luego en la miseria. ¿Cuánto más tendrán que soportar antes de que alguien, cualquiera, diga «basta»?
creado por Multimedios LZO, según fuente confirmada y texto al respecto confeccionado por Fernando Buitrago

